En marzo viajamos a Buenos Aires con mi hermano Jorge. Para él era un viaje muy especial, después de más de 40 años volvió a la ciudad donde vivió los duros primeros tiempos del exilio... a los 16 años.

Tenemos muchas historias en Buenos Aires.

EL edificio Alas, desde atrás. No es el mas bonito de los muchos que dejo la arquitectura modernista en Buenos Aires, pero me gusta. Fue inaugurado en 1946 y se llamaba ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados) eran tiempos peronistas. Cuando llegaron los militares la Fuerza Aérea se apropió del edificio y le cambio el nombre... les basto sacar la letra T.



Durante estos días no andaba siempre con mi cámara, como muchas veces las cosas quedan grabadas en algún lugar de la memoria, donde se mezclan con otras, se olvidan, se pierden o se encuentran.

El primer día, antes que llegara Jorge me di vueltas por el lado de Retiro. Recordaba otros viajes.
La primera vez que desembarqué en la ciudad era casi un niño, con una cámara y un rollo de 36 fotos. Retiro para mi es el conjunto de estaciones de ferrocarril y de buses interprovinciales, más que el barrio mismo. Allí están las estaciones del Ferrocarril San Martin, la del Tren General Belgrano y la del Ferrocarril Mitre, además de la Terminal de Omnibuses. Como entonces no saque ninguna foto de los intervalos entre las estaciones, unos espacios extraños que aun me parecen curiosos.



San Telmo fue nuestro barrio durante unos pocos días. Allí Buenos Aires, lejos del dramatismo de otras veces, nos acogió con su cara amable; un buen lugar para exorcisar viejas pesadillas.









Desayunando en el Bar Federal, un viejo establecimiento donde ha pasado de todo, desde crímenes pasionales en la puerta hasta la filmación de algunos clásicos del cine tanguero, como Cafetín de Buenos Aires.





Jorge y el Obelisco.





Algunos encuentros insospechados...





Jorge partió. Antes de volver a Santiago me doy unas vueltas por Retiro, recuerdo que en la estación solía pasar largos ratos en un cafe muy bonito, me pregunto si existirá todavía, si no habrán hecho algo horrible... uno es un poco pesimista. Entro al cafe y esta igual que entonces, hay un pianista que toca mientras dejo pasar el tiempo. Es una de las buenas sorpresas de este viaje, la ciudad se parece mucho a si misma, los barrios están allí. Hay cosas nuevas, barrios que surgen, que ni conocimos, pero al andar por esas calles es posible reconocerlas.