El país aymará se extiende entre el lago Intikjarka (Titicaca) y la ciudad de La Paz, cerca de tres millones de habitantes pueblan esta parte del altiplano. En esta zona los pueblos son en la mayoría asentamientos anteriores a la conquista española. La actividad principal es la agricultura y la pequeña ganadería.



Existe un constante ir y venir entre las comunidades, los pueblos y la ciudad. Cuando las tareas del campo lo permiten los habitantes se desplazan a trabajar a la ciudad, y así mismo los que trabajan en la ciudad van a los campos para las cosechas o las siembras. Hay una continuidad directa entre las comunidades y los barrios de la ciudad de El Alto y las laderas de La Paz.





Durante algunas horas seguimos un antiguo camino del incanato, hoy asfaltado, en dirección del Norte, hacia la ciudad de Achacachi, cabecera de la Provincia Omasuyos; con algo mas de 7000 habitantes es un pueblo grande, centro administrativo de la zona.

Es el periodo en que se fabrica el Chuño, un derivado de la papa, nos detenemos a observar el procedimiento, completamente artesanal y ancestral. Se coloca en el suelo, ordenadamente, una variedad de papas pequeñas sin que se amontonen, en la noche la helada las transforma y de duras se vuelven blandas. Las mujeres las pisan, rompiéndolas, luego se dejan secar y se muelen, dando como resultado un polvo harinoso que es muy usado en la alimentación aymará. A todo lo largo del camino vimos a las mujeres dedicadas a esta labor, también se estaba cosechando avena.





Achacachi no es una ciudad mestiza, es una ciudad indígena. Todo el centro bullía de gente, se estaba celebrando una presentación de cofradías de baile en la plaza, en la cual participaban distintos grupos de jóvenes.









Un jurado, en el cual distinguí a representantes de la guarnición militar vecina, ponía nota a los distintos grupos. Sorprende la inventiva de los trajes, siempre hay colores y diseños nuevos, pareciera ser inagotable la constante transformación de trajes, pasos y música. No sin cierta melancolía pienso en cierto folklore estatuido, fijo, normado que conocemos mas al Sur de América.









La plaza esta llena y me cuesta abrirme paso hasta la Municipalidad donde debía encontrarme con Eugenio Rojas Apaza, Alcalde de Achacachi. La municipalidad esta también llena de gente, encuentro al alcalde en un salón, se realiza una celebración a la cual soy rápidamente invitado. En la mesa hay coca y se toma cerveza en medio de un clima animado, desde fuera llega la música de las bandas. Eugenio Rojas me dice que espere un rato para que conversemos. Entre tanto hablo con algunos concejales presentes; a diferencia de Villa Tunari, aquí los concejales están repartidos en varios partidos y grupos, el MAS tiene solo una concejala, una compañera que no solo tenia las ideas muy claras sino un gran sentido del humor.



Aun con esa diversidad política, los Ponchos Rojos, como son conocidos los habitantes de la zona debido a la vestimenta de las autoridades, poncho rojo y chicote, son uno de los grupos sociales mas decididos en la defensa del proceso de cambios que encabeza Evo Morales, cada vez que ha sido necesario se han movilizado. En las grandes jornadas insurreccionales han sido pieza clave en los bloqueos de las ciudades. (El sitio ha sido, desde las luchas contra los españoles, una táctica utilizada por los aimaras) Están orgullosos de su protagonismo y se sienten un pueblo revolucionario. Es en estas tierras que surgió y se desarrollo el MIP, Movimiento Indígena Pachakutik, cuyo líder Felipe Quispe, el Mallku, encabezo grandes movilizaciones, especialmente en los movimientos que culminaron con la caída del presidente Sánchez de Losada el 2003.





Eugenio Rojas tiene la fuerza de las convicciones que conocí en Felipe Quispe, una inquebrantable confianza en la propia fuerza. Al mismo tiempo su análisis de la situación actual y su posición ante el Gobierno de Evo Morales mezcla un grado de critica a una adhesión sin condiciones. “Nunca hemos pedido nada - me dice -, pero defenderemos hasta las ultimas consecuencias este gobierno, si el compañero Morales se equivoca se lo decimos, pero apoyamos”. Las principales equivocaciones según el han sido permitir que la derecha se reorganice y pase a la ofensiva, una cierta debilidad en las nacionalizaciones, que reconoce que es un terreno difícil… todas sus observaciones son nacionales, ninguna reivindicación local aparece en su discurso. Según el se ganara en el Referéndum y se debe avanzar mas en el proceso, profundizándolo… y si se pierde, si la derecha, de alguna manera, vence en el terreno de la institucionalidad, vendrá la revolución… “y ganaremos porque somos millones, hemos prometido que nunca, nunca la oligarquía volverá al gobierno…”

Eugenio Rojas me dice algo que he escuchado en La Paz, en El Alto: “No hay revolución sin sangre, estamos preparados, estamos listos para cuando ese momento llegue”.



Al continuar el viaje el sol poniente embellece los pastizales secos del altiplano, las mujeres están todavía afanadas con el chuño y los nevados de la Cordillera Real se yerguen en nuestra derecha. Pienso en que había que venir a este lugar para entender no solo lo que sucede en Bolivia hoy día, sino lo que puede suceder mañana.



Achacachi representa todo lo que lo que las oligarquías temen por sobre todo, ese mundo enorme y desconocido para ellos, ese mundo que los rodea por todos lados, los que durante siglos han sido siervos, “imillas” y “pongos” del servicio domestico, mano de obra de campos y ciudades.



Las relaciones nunca fueron fáciles, las grandes sublevaciones indígenas del siglo 17 y 18 fueron terribles para unos y otros , el cerco de la ciudad de La Paz de Tupac Katari termino con terribles represalias y con una parte de la población muerta por hambre. La explotacion en las minas de Estaño, las matanzas obreras, la constante segregación, el desprecio y la exclusión han marcado la vida de Bolivia. Hasta la Revolución del 52 poseer servidumbre era perfectamente admitido, y hasta hace poco en las aceras de las ciudades el indígena debía ceder el paso al blanco.

Es ese conjunto de hechos lo que hace que Evo Morales no es un accidente en la serie de los acontecimientos políticos. En primer lugar es un dirigente sindical, lo que traducido al mundo indígena quiere decir una autoridad legitima, un jefe. En segundo lugar su ascensión es el resultado de un proceso de luchas, y Eugenio Rojas no dejo de recordármelo al hablar de la sangre derramada, y tampoco es una figura retórica, son, por ejemplo los comunarios muertos en Warisata, no lejos de Achacachi, al comenzar la Primera Guerra del gas en Septiembre del 2003.

Continuamos el viaje bordeando las riberas del lago sagrado, escuchando morenadas mientras comienza el frió altiplánico que como hace cientos de años transformará papas en chuño.