El 8 de Julio de 1971 a las once de la noche y 4 minutos, un terremoto de 7,8 Richter sacudió la zona central de Chile. No hubo ni pánico ni saqueos, en 24 horas se estableció un puente aéreo con las zonas mas afectadas, a las 72 horas se inicio la vacunación masiva anti tifus en Valparaíso y San Antonio, los radio aficionados colaboraban con sus redes para comunicar al país.

El Presidente Allende estaba trabajando en La Moneda y una media hora después se dirigió al país por radio; su voz sonaba calma, trasmitía serenidad, energía y confianza. Al día siguiente viajó a la zona afectada. Los estudiantes rápidamente se movilizaron para llevar ayuda y se organizó la solidaridad, los trabajadores hacían jornadas de trabajo voluntario luego de sus tareas diarias. Se hizo un plan de reconstrucción.



Desde Puerto Montt partió el Tren de la Solidaridad que se extendió por todo el país, recolectando la ayuda de los chilenos.

Unos días mas tarde, en Rancagua, Allende promulgó la Nacionalización del Cobre, el país “se ponía pantalones largos” en el día de la Dignidad Nacional y la reconstrucción era una tarea nacional, los trabajadores participaban como actores centrales de todo esto, Chile tenía su sueldo y su pan, los mineros y los campesinos estaban a cargo de ello.

Mientras tanto la derecha acumulaba y acumulaba odio, según su propia consigna; odio y miedo, odio y desprecio, odio y rencor.

Han pasado muchos años y muchos temblores desde entonces.



El terremoto del 27 de Febrero 2010 muestra todas las fracturas tapadas con púdicos velos. Todo lo que está habitualmente oculto, encerrado, tapado, sale a la luz con violencia.

Y no hay grandes sorpresas: ineficacia, insensibilidad, las fallas ocultas del supuesto éxito nacional, de las “tareas bien hechas” de ese “hacer bien las cosas” con que tienen intoxicados a los habitantes de este país. Y surgen los fantasmas del odio y del miedo, las explicaciones inexplicables y los espantajos, todo esto con fondo de inminente llegada de la derecha a La Moneda.

El Gobierno en funciones se reúne con los emperadores del “retail” como se llama en Chile a la gran distribución, las grandes cadenas de supermercados y grandes almacenes, junto a las empresas de Televisión y organizaciones caritativas eclesiales lanzan una Gran Teletón, la emoción es canalizada por el sistema mercantil-comunicacional, la solidaridad es expresada en la alianza de empresarios y medios.

En el Chile del stablishement, en los medios de comunicación dominados por los grupos económicos no existe el pueblo como sujeto, no existen los movimientos sociales como protagonistas. Lo que existe es la encantación chovinista, exitista, los símbolos de la cultura del libre mercado, del súper, hiper mercado.

Los saqueos son la imagen soñada para estigmatizar a los pobres, los plebeyos, la parte de abajo del sistema de castas de la sociedad chilena. 
Una de las interpretaciones es que esos saqueadores son el resultado de una supuesta "cultura tolerante, permisiva y paternalista” una “cultura de derechos humanos” que ha creado a estos sub humanos; que lo mejor que pueden hacer es recibir la reprimenda, que deben ser corregidos con energía, en lo posible con la fuerza de las armas, y allí estamos destapando esa olla maloliente de los fantasmas, los miedos auto insuflados para refocilarse, estremecidos, en la propia miseria moral, en esa terrible pequeñez del lumpen de la burguesía.

A decir verdad los mas exitosos de los saqueadores no son ni torvos delincuentes ni gente hambrienta, muchos son emprendedores comerciantes que parten con sus camionetas a saquear a sus colegas mas grandes. En alguna parte leí: “Son capitalistas primarios los saqueadores; si les dan tiempo serán "capitanes de empresa".

En cuanto al lumpen del proletariado, han sido sistemáticamente despolitizados, convertidos en consumidores frustrados, en sostenedores pasivos y endeudados del sistema; de esos sectores surgen las “clases medias bajas emergentes y aspiracionales” que con su voto, su no voto, su inacción, su adhesión inconsciente al sistema, contribuyen a mantener el "statu quo", ahora sirven de cara visible del mal, una nueva cara del peligro potencial de las clases pobres.

Subversivos, anómalos, enfermos, anti patriotas, narcos, carne de represión; los saqueadores, la vergüenza nacional, son los mismos que son halagados y engatusados como clientes, como consumidores, como mano de obra barata. Son los mismos que llorarán mirando a Don Francisco envuelto en la bandera de la patria... son los mismos pobres instrumentalizados para lo que sea. Son aquellos a los cuales durante decenios se inculcó el evangelio capitalista, a desear la vida de los ricos, a despreciar a los mas pobres o mas débiles, a sentir que la competencia sin limite y el sálvese quien pueda son los únicos valores posibles.

Es así como unos saldrán a robar y otros se armaran, creando improvisadas milicias, para defender sus pobres pertenencias de otros como ellos.

En el fondo el saqueador tipo es una figura de uso múltiple, según el discurso o la necesidad ideológica se le da forma específica. Cada cual tiene su diseño, pero en el fondo es el espantajo imaginario del conservadurismo pusilánime, el “cuco” y el “enemigo interno” que justifican cualquier autoritarismo, cualquier opción dura, que empieza por ahí y termina en cualquier cosa, desde criminalizar cualquier oposición popular, negar el espacio publico a los movimientos sociales, asimilar mañosamente a narco traficantes, terroristas y luchadores sociales y un largo etcétera.

Es sobre este panorama que los ideólogos de Piñera piensan construir un sistema de vigilancia y delación compuesto por 50 mil voluntarios armados de celulares suministrados por el gobierno para informar a las fuerzas del orden. (una genialidad importada de Colombia) Durante la campaña electoral Piñera prometió “terminar” con la delincuencia. (Esto es completamente auténtico: algunos días antes de la actual crisis se reveló el proyecto, ante las reacciones provocadas terminaron por decir que era solo una idea en estudio, en las actuales circunstancias posiblemente será reflotado sin complejos.)

El presidente electo habla de extender los estados de excepción, mientras muchos se relamen imaginando las interesantes oportunidades de negocio de una reconstrucción privatizada desde la médula.

Qué distancia de esos días de 1971, cuando habían ciudadanos y no consumidores, clientes, usuarios o autómatas, cuando el altruismo y la solidaridad eran resultado natural, espontáneo, de una sociedad en que la libertad era una aspiración compartida.

Nada de eso fue producto de un milagro o un fugaz momento feliz. La explosión de creación entusiasta que fue la Unidad Popular es el resultado de un ciclo de acumulación de fuerzas, de elaboración teórica y de acción política autónoma de los trabajadores, que tuvo la capacidad de atraer a otros sectores a sus ideas, a su proyecto.



Unos días después del terremoto partimos en el mismo viejo Land Rover con el cual hemos recorrido las tierras bolivianas filmando la revolución en curso. Llevábamos varios cientos de kilos de ayuda, alimentos y artículos de aseo. Nuestro objetivo era llegar a los lugares aislados a los cuales las grandes campañas solidarias no llegan fácilmente. Así fue como nos sumergimos en el mundo rural chileno. Primero estuvimos en sectores remotos en los alrededores de San Javier, allí como en otras partes viven familias campesinas, que si bien tienen avances impensables en el Chile de 1971, especialmente una extendida red de electrificación que llega casi a todas partes, llevan una vida dura.

Después fuimos hacia el Norte por la costa, estuvimos en Pichilemu que mostraba muchos destrozos provocados por el maremoto pero a donde estaba llegando la ayuda.




En general en todas partes las construcciones en adobe se fueron al suelo; estuvimos en muchos pequeños pueblos en lo cuales una gran proporción de las construcciones estaban destruidas. Uno se pregunta cómo es posible que no hayan más víctimas, viendo la extensión de los daños; una vida de terremoteados con reflejos rápidos es la única explicación, no es infrecuente que las víctimas sean personas mayores, que no alcanzaron a salir de sus casas.



Por caminos interiores nos acercamos a la zona de Navidad, Matanzas, Pupuya, en la desembocadura del Rapel.

En Pupuya nos acoge Mario Navarro, concejal comunista de Navidad. Con él partimos al sector llamado La Aguada, que como su nombre no lo indica es una zona seca entre los cerros de la Cordillera de la Costa, allí viven familias aisladas que sobreviven criando cabras, con la apicultura, trabajos temporales y una mínima producción agrícola. Los caminos, aún a fines del Verano, son muy duros, en Invierno quedan completamente aislados.



Con Mario, y Celia, habitante del sector, con sus pequeñas hijas (que disfrutan al máximo el bamboleo del Land Rover por caminos escarpados y a medio derrumbar) partimos a visitar las familias del sector, que viven a varios kilómetros unos de otros.




Aquí la reconstrucción empezó hace rato. En todos los lugares la gente esta atareada levantando galpones para el forraje, pequeñas construcciones para dormir o cocinar, reciclando los materiales de las casas destruidas, consolidando con refuerzos. Todo es emprendido de manera comunitaria. Reina el entusiasmo y el buen humor, nos agradecen sencillamente y cada vez explicamos que no venimos de ninguna institución o iglesia, que somos solo chilenos como ellos ayudándonos entre nosotros.





Pasamos por la escuelita unidocente donde un profesor da clases a 8 alumnos de distinto nivel, la destrucción es importante. La escuela esta en la cumbre de una loma y se ve el entorno seco de los cerros.



Terminamos la jornada bajando unas quebradas muy empinadas para visitar las dos ultimas casas, en la primera vive una mujer sola que llora al recibirnos, no soñaba en que alguien se aparecería por su casa. Nos dice que tengamos mucho cuidado al seguir hacia la ultima casa donde viven dos personas de edad, al fondo de una quebrada. Antes de llegar a un riachuelo el camino es terrible.




Rodrigo, el héroe de la jornada, conduce en medio de los gritos de alegría de las niñas y llegamos a una casita rodeada de un hermoso paisaje. El marido anda por los cerros. Descargamos la ayuda mientras conversamos con la dueña de casa.


Mientras volvíamos pensaba en la enorme distancia que nos separaba en ese momento del Chile oficial, y en que estos chilenos van a seguir aferrados a su territorio, con o sin ayudas, de cualquier manera, sin discursos ni poses.



Nos reponemos invitados a una sabrosa cazuela bajo la sombra de un parrón, comentando todo lo que esta pasando; cerca un animado grupo esta dedicado a levantar un pequeño galpón y los niños corren.



Al volver a Santiago después de estos pocos días en el Chile profundo uno se dice, como siempre, que es más lo que se recibe que lo que se da. Cansados, sucios y entierrados vamos por este paisaje inmutable, nadie diría que las ciudades cambiaron de sitio, que miles y miles de casas están destruidas, que el paisaje humano esta trastocado.

Hace días que no escuchamos noticias y menos hemos visto la Televisión, mañana asume el nuevo Presidente y la historia sigue su curso.

Esta actividad autónoma, espontánea e inorgánica, más por falta de oportunidades que por vocación, contó con muchas ayudas, por mi lado los Brigadistas de la Memoria Popular y algunos amigos contribuyeron a aplacar el apetito del vehículo, gran consumidor de hidrocarburos... por el lado de Rodrigo también se recibió apoyo. Gracias, pues.